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  • Foto del escritor: Daniel Montañez
    Daniel Montañez
  • 3 may 2020
  • 3 Min. de lectura

A lo largo del proceso el aprendizaje estuvo presente en todo momento, desde el descubrimiento de la realidad sonora de las intérpretes y de la conjugación de saberes, hasta la necesidad de transformar las estrategias comunicativas para que fuesen eficientes y permitieran un desarrollo exitoso incluso a pesar de la virtualidad.


En un principio fue necesario reconciliar el mito de la interdisciplinariedad sin altibajos que a veces acecha cuando se habla de trabajo entre artistas. Incluso entre profesionales de distintas ramas del Arte existen diferencias de perspectiva, concepción terminológica, acercamiento a lenguajes performáticos y en un todo, diferentes visiones del Arte. Lo anterior supone que ante la diversidad de situaciones, posiciones y perspectivas, el reto de transmitir las ideas propias se acrecienta por cuanto es necesario conocer a cabalidad la complejidad del resultado deseado para poder explicarlo de manera simple y concisa. Y es preciso valerse del adagio que reza que un buen maestro simplifica lo complejo y su contraparte complejiza lo simple. Es entonces como tuve que cambiar mi lenguaje, mi forma de presentar mis ideas con el fin de asegurar su correcta transmisión y así proveer claridad para las intérpretes y poder aprender de sus vivencias y experticia.


Este proyecto trata con cuestiones sonoras que son de mi entera satisfacción, pero no sucedió lo mismo, al menos no al principio, con Milena, profesional de Arte Dramático quien tenía una perspectiva diferente sobre la música contemporánea. Perspectiva que fuimos amoldando mútuamente para poder hablar en términos tan cercanos como fuese posible por nuestras trayectorias y preconcepciones, mías de la danza y la actuación, suyas las de la música contemporánea y el énfasis en lo performático, expresivo y riqueza sonora. Ahora bien, una vez solventados los baches prominentes en la comunicación, el proceso se desenvolvió de manera fluida y amena, con retroalimentaciones respetuosas de parte y parte y comentarios claros y certeros.


Con Daniela, intérprete de la cuarta pieza, la comunicación se dio por vía de lo sonoro explotando su amplio conocimiento musical y de la estética sonora del mundo de la meditación, el viaje interno y el Tai Chi. Establecer un terreno común de referencias y criterios probó ser de extrema utilidad para el desarrollo de la pieza dadas las condiciones al momento del desarrollo de este proyecto (aislamiento preventivo por Covid 19), ya que la pieza duraba 20 minutos y las retroalimentaciones debían ser puntuales y precisas para minimizar la necesidad de grabar demasiadas tomas.


Con Gabriela, mi hermana, intérprete de la primera pieza, el ámbito comunicativo giró entorno al aspecto visual, performático e incluso evocativo del ejercicio actoral por su cercanía con el Cine en términos profesionales. La exploración e improvisación jugaron un papel importante para asegurar la familiaridad de la intérprete con el contenido sonoro, el dispositivo, la máquina y la interfaz.


En un todo fue una experiencia en extremo enriquecedora, cambió mi percepción del oficio de la Composición y me permitió componer gesto, sonido, imagen y movimiento, ampliando mi campo de acción de manera sorprendente, entendiendo la riqueza de la diversidad de percepciones y expandiendo el horizonte sonoro y creativo. Es imperioso adaptarse a las circunstancias para poder ahondar en el quehacer creativo y aprovechar las oportunidades de aprendizaje que se presentan cuando uno se dispone a componer... ¡A crear!



Video que amplía las conclusiones y vivencias de forma narrativa.


  • Foto del escritor: Daniel Montañez
    Daniel Montañez
  • 3 may 2020
  • 1 Min. de lectura

Breve descripción del trabajo de programación desarrollado a lo largo de la pieza. Uso de interfaces análogas, conversión de datos digitales, enrutamiento de señal, manejo de software, diseño de patches en favor de la concepción estética y sonora.




  • Foto del escritor: Daniel Montañez
    Daniel Montañez
  • 3 may 2020
  • 3 Min. de lectura

El trabajo sonoro efectuado en Sonus in motu, tiene su origen en un profundo aprecio e interés por la música electroacústica en sus vertientes mixtas en tiempo real y con soporte fijo. El tratamiento del material sonoro estuvo mediado por la intervención del procesamiento digital de las muestras, la síntesis FM, aditiva y granular, así como también la manipulación y transfiguración de muestras preexistentes para construir un nuevo universo sonoro con objetos heterogéneos.


En la primera pieza, el material sonoro se construye en tiempo real a partir de la síntesis FM y aditiva lograda con osciladores de ondas simples, en el marco de programación de Pure Data. Cuatro servidores de síntesis operan al tiempo y reciben datos del sistema kinect que alteran la frecuencia de los operadores portadores y los índices de modulación de los moduladores. Adicionalmente un servidor de 8 operadores simultáneos permite la síntesis aditiva entre osciladores de diferentes frecuencias controlados por las extremidades del cuerpo. La estética que se persigue en esta obra, se asemeja a aquella de la música electrónica original, de Alemania, con timbres electrónicos generados por máquinas y la combinatoriedad y singularidad que se alcanza con su manipulación.


En la segunda pieza, se usan muestras de la música concreta, a saber, de Francois Bayle y Pierre Schaeffer, procesados con reverberación amplia, con alto nivel de feedback que permite acentuar características acusmáticas y evocativas. El material sonoro se construye en tiempo real a través de la improvisación y reorganización de las muestras, así como la elección espontánea del punto de reproducción de las mismas. Es una oda a acusmática y sus posibilidades de resignificación.


En la tercera pieza, el sonido se presenta como ente creador del gesto. Ondas sinusoidales vibran con una frecuencia inferior a los 60 hz, voces humanas procesadas para acentuar un carácter oscuro y demoníaco que contribuye a crear una atmósfera de desesperación. La captura de un exorcismo y transformación sonora a través de armonizadores a la octava y quinta, paneos drásticos y muestras de gritos tensionantes que permiten ascender al clímax para ser enfrentados con música coral de naturaleza sacra, planteando un ascenso metafísico de reverberaciones prolongadas que acrecientan el contraste y el carácter tonal del final.


En la cuarta pieza, se pone a prueba la elasticidad del material sonoro, pues es una consonancia estática la que sirve de base sonora por los 20 minutos que dura la pieza, mientras se procesan muestras de cuencos tibetanos, gongs, tam tams, crótalos, semantron y campanas tubulares. Todo con el fin de acentuar un momento de contemplación sonora y permitir al oyente focalizar su atención en un fenómeno sonoro prolongado con variaciones ligeras. De la segunda mitad hasta el final, el sonido de un mantra finamente granulado teje una textura de desfase que difumina el sentido de las palabras y permite la exaltación del objeto sonoro desprovisto de significado lírico. El sonido del crótalos da inicio a la contemplación y pone fin a su trasegar.


En la quinta pieza, el material seleccionado a partir de casi 250 muestras diferentes de sonidos industriales, de maquinaria, con timbres electrónicos y cibernéticos, se transforma usando técnicas de la música concreta. Las muestras se aceleran, se ralentizan, se superponen, se retrogradan, se fragmentan, se transportan y se usan en conjunto para crear sonoridades nuevas a modo de collage de materiales heterogéneos, dispuestos para reforzar la narrativa y componer el gesto sonoro de un cuerpo cibernético con movimiento sintético.


El sonido se ve replanteado como gestor, creador, vehículo de expresividad, insumo gestual, portador de significado y materia prima del movimiento, es un sonido vivo a través de las piezas.



Video explicativo que amplía el desarrollo del trabajo sonoro de forma narrativa.

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